Ya estamos otra vez en esa época del año, el día destinado a celebrar al pez más grande del mundo, el tiburón ballena. Es una especie de magníficas cualidades que inspira asombro y admiración a quienes saben que no comerá nada mayor que el tamaño de su dedo índice. Además, es una especie con muchos otros aspectos más allá de su tamaño de más de 20 m. Posee el mayor sistema auditivo del reino animal el cual le permite percibir los sonidos más ínfimos, incluidos los de los peces que se aparean y cuyos huevos consideran un manjar por el que merece la pena nadar cientos de kilómetros. Su piel más gruesa, de un grosor estimado de 15 cm en el lomo de uno de los mayores tiburones ballena monitoreados, le proporciona mayor protección frente a los depredadores. Cuando se sienten amenazados, estos animales hacen gala de maniobras evasivas dándoles en el hombro o en la espalda a sus depredadores. Ahora bien, esta piel gruesa también ha demostrado ser de gran ayuda contra las colisiones con embarcaciones, cuyas cicatrices se han observado en al menos un tercio de los tiburones ballena en las grandes agrupaciones. La evolución ha dado forma a otros rasgos que le protegen, como la armadura ocular, en la que los diminutos dientes que forman la piel del tiburón – conocidos como dentículos dérmicos -, también crecen en los ojos de los tiburones ballena.
Hasta finales de los años 90, se pensaba que eran auténticos holgazanes y que solo tomaban el sol en la superficie inmóviles, hasta que, los grandes avance de la miniaturización, las marcas de localización por satélite y de medición de la profundidad que probamos por primera vez con el fabricante Wildlife Computers, revelaron que podían sumergirse más allá de los límites de rotura de los instrumentos (1.500 metros en aquella época). A medida que las marcas han ido evolucionando, y son capaces de medir cada vez a mayor profundidad, estas inmersiones extremas han coronado a los tiburones ballena como los animales que más se sumergen entre la superficie y la profundidad, hasta casi 2.000 m (6.600 pies)… que sepamos. Es muy posible que nos tomen el pelo y se sumerjan a mucha más profundidad.
Lo que nos plantea la cuestión de cómo y por qué se sumergían a tanta profundidad. Analizamos la capa subdérmica a partir de muestras de biopsias tomadas hace años y descubrimos que contenía principalmente grasa. Junto con un hígado enorme y muy graso -y por tanto boyante-, y dado que no poseen pulmones ni vejiga natatoria, pueden soportar una presión aplastante y temperaturas inferiores a 5 grados centígrados a gran profundidad.
Pero, ¿por qué descender a las frías y turbias profundidades? Si no tiene forma de regular su temperatura y se sobrecalienta, se traslada a temperaturas más frías durante un tiempo, y sigue cambiando para mantener una temperatura cómoda y probablemente óptima (lo que también se conoce como termorregulación basada en el comportamiento). Las inmersiones sirven para otras cosas: buscar y alimentarse de comida que se encuentra a determinadas profundidades, como la mayor migración de zooplancton del planeta, que se desplaza diariamente de los estratos de aguas profundas a los de aguas poco profundas; eludir a los depredadores que respiran aire, como las orcas, un depredador superior al que temen las especies de tiburones más grandes; acercarse al núcleo de la Tierra, donde los campos magnéticos pueden percibirse mejor y utilizarse para navegar por océanos sin rasgos característicos. El buceo profundo también les da un respiro. Al abandonar la zona fótica o de luz y entrar en la oscuridad cuando descienden más de 200 m, no necesitan utilizar los ojos y pueden desconectar la corteza visual, que consume mucha energía, y relajarse en una siesta mediada por la profundidad. Sin embargo, no pueden permanecer mucho tiempo en la profundidad y a menudo vuelven rápido a la superficie cuando se enfrían demasiado y sus reservas de oxígeno, derivadas del agua, descienden demasiado.
Estas mismas marcas por satélite han dado lugar a numerosos estudios que demuestran las capacidades migratorias transoceánicas de este pez de gran tamaño, lo que ha impulsado aún más los esfuerzos internacionales para protegerlos contra las amenazas antropogénicas a lo largo de parte o de todo su viaje, en forma de zonas protegidas, protecciones específicas para cada especie, prohibiciones de captura en grandes pesqueras y mucho más.
Con tantos descubrimientos realizados con este icónico tiburón, ¿qué les depara el futuro? Aunque quedan algunas cuestiones por resolver: dónde crían, por qué en tantas agregaciones del mundo predominan los machos juveniles o existen preferencias alimentarias mediadas por el sexo, etc. En el gran esquema de los tiburones, sabemos mucho sobre esta especie, sobre todo en comparación con al menos otras 500 especies de tiburones que no poseen el carisma de este gigantesco devorador de plancton. Por tanto, es bueno situar el objetivo y los resultados de nuestro trabajo con el tiburón ballena en un contexto más amplio. Actualmente catalogado como En Peligro de Extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), cuya inclusión en la lista respaldó la decisión de vigilar y regular el comercio de esta especie mediante la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas, se ha registrado una disminución de su tamaño, ya que los animales más grandes, de más de 20 m, rara vez o nunca se encuentran y el tamaño medio oscila entre 6 y 8 m en la mayoría de las agregaciones de todo el mundo. Los muchos misterios que antes se cernían sobre el pez más grande del mundo se han resuelto en la medida en que ayudarán a mejorar las medidas de conservación y la gestión de las amenazas. Pero ahora es clave controlar si las numerosas iniciativas y medidas de conservación aplicadas en todo el mundo están mejorando la abundancia y el tamaño, reduciendo las amenazas, y cómo lo están haciendo. Esperamos que este proceso siga dando lugar a nuevos descubrimientos que contribuyan a aclarar la situación de las más de 540 especies de tiburones. Es importante que gran parte de nuestro trabajo actual y futuro se centre en su papel de canarios en la proverbial mina de carbón de los cambios en la química, la circulación y la salud del océano provocados por el clima. Como embajador oceánico, el tiburón ballena aporta personalidad a las medidas de conservación marina y a los procesos a gran escala que a menudo no tienen «rostro». Los tiburones ballena han contribuido a impulsar el turismo de encuentros con tiburones en todo el mundo y a suscitar una visión más agradable de los tiburones en general, ayudando a cambiar las actitudes del público y, en última instancia, a contribuir al desarrollo en esta ola conservacionista para repoblar nuestros mares con todas las especies de tiburon posible.