Un mar cada vez más caliente
En la costa caribeña, las comunidades Garífunas de la Bahía de Trujillo en Honduras ya sienten cómo el cambio climático transforma su entorno. El Aumento del Nivel del Mar (ANM) y los cambios en las corrientes marinas están alterando los ecosistemas costeros. Según un informe de la Organización del Sector Pesquero y Acuícola del Istmo Centroamericano (OSPESCA), en 2016 la pesca en Centroamérica disminuyó un 25% debido a factores climáticos como el aumento de la temperatura del agua y la migración de especies. Esto significa menos pesca disponible para miles de familias costeras. Además, el azote de huracanes intensos como por ejemplo Eta e Iota en el 2020 erosionan las playas que protegen a las comunidades Garífunas.

El impacto en la pesca artesanal Garífuna
La pesca artesanal es el corazón de la economía Garífuna y parte esencial de su dieta tradicional. Sin embargo, los pescadores artesanales notan cambios preocupantes. Los científicos explican que el calentamiento oceánico empuja a varias especies a aguas más profundas, lejos del alcance de las redes artesanales. Asimismo, corales y manglares importantes para la reproducción de los peces están sufriendo: el aumento de la temperatura, la acidificación del océano y la salinización de lagunas costeras debilitan estos ecosistemas. Para las comunidades Garífunas, esto se traduce en menos peces en sus costas y especies cada vez más pequeñas o escasas.

Voces de una comunidad resiliente
A pesar de las dificultades, el espíritu Garífuna es resiliente. En cada pueblo de la Bahía de Trujillo, por la madrugada se ven los pescadores remando o lanzando redes con la esperanza intacta. Muchos recuerdan cómo sus abuelos podían pescar de manera abundante. Hoy, en cambio, algunos días regresan con las redes casi vacías.
Este contraste ilustra lo que los científicos llaman “shifting baselines”, o líneas de base cambiantes: cada generación percibe como normal el estado del ecosistema que conoce, sin darse cuenta de cuánto se ha deteriorado en comparación con el pasado. Así, los jóvenes de hoy podrían crecer creyendo que la pesca escasa es lo habitual, sin imaginar la abundancia que una vez existió. Sin embargo, los relatos de los mayores actúan como memoria viva de lo que se ha perdido y de lo que aún puede recuperarse.

Adaptación y prácticas sostenibles
Lejos de quedarse de brazos cruzados, las comunidades Garífunas están implementando estrategias de adaptación y desarrollo sostenible basadas en su conocimiento tradicional y en nuevas iniciativas. Por ejemplo, ante la pérdida de árboles de coco (barreras vivas), la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH), ha establecido viveros de plantas nativas costeras para reforestar las dunas y crear barreras naturales contra el oleaje. Aunque sea a pequeña escala, estos esfuerzos de replantación ayudan a frenar la erosión costera que devora las playas Garífunas.
Las comunidades Garífunas Hondureñas han abrazado la idea de áreas marinas protegidas gestionadas localmente. En 2018, los alcaldes de Trujillo y Santa Fe junto a los pescadores firmaron un pacto por la conservación pesquera y propusieron Zonas de Recuperación Pesquera (ZRP) en sitios clave de la bahía. Gracias al trabajo conjunto con biólogos del Centro de Estudios Marinos (CEM), identificaron áreas de reproducción crítica (Cayo Blanco) para declararlas zonas de no pesca temporal y así permitir que los stocks se regeneren. Esta medida, apoyada por los pescadores artesanales, refleja una comprensión creciente: proteger hoy los manglares, corales y criaderos de peces significará pesquerías más abundantes mañana. Varios pescadores participaron como “científicos comunitarios”, monitoreando la salud del arrecife y reportando avistamientos de especies claves, integrando así el saber local con la ciencia.
Alianzas para un futuro sostenible
Una aliada importante es la Mancomunidad de Municipios Garífunas de Honduras (MAMUGAH), que junto a organizaciones internacionales ha integrado “estrategias climáticamente inteligentes” en los planes de desarrollo local, asegurando un futuro más resiliente para la pesca artesanal y la biodiversidad marina de la zona. También grupos de defensa de derechos como OFRANEH abogan por políticas justas desde la protección de las 3 millas náuticas costeras para pesca artesanal hasta la consulta previa en proyectos para salvaguardar el sustento y territorio Garífuna.
En última instancia, la historia que emerge de la Bahía de Trujillo es de esperanza y adaptación. Frente a un clima cambiante, las comunidades Garífunas están buscando soluciones: combinan datos científicos con la sabiduría ancestral de quien ha vivido siempre junto al mar. Iniciativas de desarrollo sostenible y el apoyo de organizaciones comprometidas muestran un camino a seguir. Estas comunidades costeras ilustran cómo, con ingenio y solidaridad, es posible enfrentar la marea del cambio climático y salir a flote fortalecidos, protegiendo tanto la identidad Garífuna como la riqueza natural que les rodea.
